Confesiones, fraternidad, discapacidad y destino

Tal vez este escrito a modo de reflexión personal pueda servir y ayudar a alguien en circunstancias parecidas. Tal vez no. Pero allá va.

Desde hace ya mucho tiempo y por razones obvias me he visto atraído hacia el mundo de la discapacidad. ¿Cómo es ser hermano de una persona que presenta discapacidad? Y es curioso, aún recuerdo los primeros momentos bien chiquito aún en los cuales asistía a reuniones terapéuticas de hermanos donde compartíamos nuestra experiencia. Aquella responsabilidad era demasiado grande, y yo aún demasiado pequeño. Se respiraba algo incómodo y gris. Yo quería irme de allí. Y había algo común, en mí lo reconocí muy fácil más adelante. Había una tónica general que funcionaba de la misma manera en mayor o menor grado. Todos éramos muy buenos, sensibles, maduros y comprensivos. Todos éramos los mejores hermanos para los nuestros, tan limitados y necesitados. Con el paso del tiempo me río y me pregunto. ¿Cómo fue de verdad? Quiero decir, con el paso del tiempo descubro que ser hermano de una persona con discapacidad duele. Descubro que aprender a verla a «ella» a veces es muy difícil, y aparece la hermana «que me hubiera gustado tener» entonces a veces incluso me enfado mucho y exijo como si secretamente le pidiera a mi hermana » sé normal de una vez, quiero que seas de otra manera, me duele verte» .

Pero que pasa en el fondo, puede aparecer culpa, por enfados y tratar mal a tu herman@, como si la bandera de la discapacidad impidiera aterrizar en una relación con más realidad, con más diferencias, con frustraciones y enfados también. El caso es que mi experiencia a lo largo de este tiempo ha ido cambiando y he podido comprender algo más de lo que ocurre.

Atravesando tabús de egoísmo con respecto a esta situación me pregunto sin tapujos, ¿Qué pasa cuando por ejemplo echas de menos ser visto por alguien que es tu herman@ y que por su naturaleza y propios límites no puede verte? Es más no sólo no es que no pueda sino que por su naturaleza y su límite se presenta como alguien necesitado y marcado por una demanda constante y definitiva. Se presenta un desequilibrio muy fuerte que hay que cuidar, y una herida sostenida en el tiempo que también hay que mirar. ¿Cómo es estar para alguien y a la vez sostener la frustración de no ser visto del todo por una cuestión de imposibilidad y de límites férreos y definitivos del otro? ¿Cómo es lidiar también con la historia entre papá y mamá ? Quiero decir en mayor o menor medida todos llevamos un niño herido dentro y en mayor o menor medida todos hemos necesitado más amor y reconocimiento en un mundo rápido y letal en cuanto a ritmos, ternura y conciencia se refiere.

Entonces realmente el cóctel puede ser bastante confuso y uno acabar hecho un lío, entre las demandas y necesidades legítimas, la culpa y el egoísmo. Es más. Si el vínculo fraterno simboliza las relaciones entre iguales es muy posible que estos patrones de relación con el hermano o la hermana se reproduzcan muy inconscientemente, en nuestras relaciones con el mundo, con nuestros iguales. ¿Cómo es estar acostumbrado a dar y no pedir ? ¿A mirar por «encima» y cuidar sin sentir la necesidad de legitimar el propio cuidado y la propia necesidad de ternura y reconocimiento? En cierta manera el destino estableció como definitiva esa manera de aprender a relacionarse.

Ese vacío, esa herida respecto al hermano o hermana existe y hay que mirarla. Toda esa mirada que se acostumbró a dar y estar sin reconocer lo que faltó. Todo ese enfado secreto por lo injusto. Y tal vez caer en la rabia, y desmantelar la imagen del buen hermano que «puede con lo que le echen» . Atreverse a vivir el enfado también con el hermano o la hermana, con la vida y con lo injusto puede ayudar. Como quitarle poder a esa historia que está enturbiando y afectando. Uno puede acabar pidiendo fuera todo eso que » se le negó» y esto implica estar atado a la demanda y al automático de dar como manera de camuflar dicha necesidad de amor y reconocimiento.

Entonces con el tiempo puedes mirar el destino y la vida con amor y sencillez. Y estar disponible para ese hermano o hermana que te necesita y que te mira con admiración, abnegación, necesidad, cariño y mucho agradecimiento. Y enfadarte y ser un desastre de hermano y al fin igualarte en lo profundo (¿ no es eso de lo que va hermanarse, de igualarnos ante la vida? ) y tal vez decirle a tu hermano o tu hermana;

«No sé ser tu hermano, no sé que hacer contigo y estás como una cabra, y no entiendo lo que te ha ocurrido, pero gracias por enseñarme tanta humildad y tanto coraje, porque yo también como tú soy limitado y estoy también ciego muchas veces y mi salud es tu salud también y te acompaño con alegría » .

Entonces entendí que estar disponible no es estar atado. Es estar y caminar con amor al lado del otro. Con la única pretensión de ser un poco más humano.

Álex Céspedes

Post original en el blog del autor «La rama dorada»: https://la-rama-dorada.blogspot.com.es/2017/07/confesiones-fraternidad-discapacidad-y.html#more

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